La vuelta

De pensarlo, claro que lo había pensado y bastante.

Aunque nunca me habían convidado a quedarme en la Congregación, yo más de alguna vez me lo había figurado. Además tenía la experiencia de las personas a las cuales yo había llevado.

Todas llegaban a Friendship con invitaciones muy similares a la mía y con intereses bastante terrenales. El tiempo iba pasando y ellos se iban quedando. Nunca conocí a nadie que de un principio me dijera que iba a Friendship para quedarse.

Yo de por sí, amo la vida y la libertad.

Que después de adulto y debido a malas experiencias se me haya avinagrado el pasar, es otra cosa, pero cuando era un hombre sano amaba la buena mesa, el sexo, los baños de mar, la risa y los helados de chocolate. Por lo tanto nunca me figuré a mi mismo encerrado en un monasterio o en una isla y menos aun preocupado de cuestiones religiosas.

Pero ahora era distinto, me habían salvado la vida.

Pensé que lo menos que podía hacer, para agradecer, era quedarme y trabajar con ellos.

Antes de comunicarlo oficialmente decidí contárselo a mis amigos mas cercanos, Alberto y Ariel.

Alberto andaba embarcado y cuando encontré a Ariel, su reacción fue totalmente inesperada para mi.

Piénsalo , me dijo.
-¿Por qué?
Puede que el mundo de donde tu vienes sea un desastre, pero es tu mundo
-¿No es el tuyo también?
Fue, y a eso me refiero...
-¿Volverías?
¡No! ¡Por ningún motivo!....pero tu eres distinto...además tienes hijos.
-¿Y eso que tiene que ver?
¿Te gustaría verlos morir de viejos?
-¿Por qué?
Hay detalles que tu aun ignoras y que cuando los conozcas te van a parecer
maravillosos, sin embargo, como amigo te repito: piénsalo. Proyéctate en el
tiempo y mira las cosas desde esa perspectiva. No seas tan humano
Después de eso se negó a seguir conversando, arguyendo que tenía que trabajar y fue imposible 
sacarle otra palabra.

Sobre el periodo post operatorio tengo una gran laguna, aunque con muchas islas. Parece que aun no ha transcurrido el tiempo suficiente como para que esas islas de memoria se vayan perfilando lo suficiente como para ver en ellas detalles y pormenores.

Entre esas islas semicubiertas por la niebla que flota en la laguna, apenas logro entrever una, y no muy bien.

Parece que yo fui a hablar con Gabriel y le dije que quería quedarme.

En esa reunión estaba Ethel presente, pero ahora no podemos ponernos de acuerdo en que fue exactamente lo que hablamos.

El asunto es que ninguno de los dos se quedó

Yo entiendo que se nos dijo que por nuestra naturaleza, nosotros éramos más útiles para ellos en el mundo que en la isla.

Ethel jura que se nos dijo que volveríamos.

Puede que la versión mía sea la firme, o talvez la de ella o ambas, o ninguna de las dos, no lo sé.

Más recuerdos de ese periodo no tengo por el momento, aunque de vez en cuando e inesperadamente, salta la liebre.

Sé que les llama la atención las fotografías que están mirando. Las encontré hace menos de dos meses dentro de lo que alguna vez fue la victrola.

Buscaba material para ilustrar estas crónicas, pues en los años que viví en el sur, tomé muchas fotografías. Así, al lote, las distingo del montón por su color verde, que es el color que allá predomina.

Meto la mano y saco; si es verde debe de ser del sur. Por eso estas se me habían pasado.

De estas imágenes no tenía ni la más remota idea de su existencia, incluso, al mirarlas por primera vez creí que pertenecerían a otra persona y que se encontrarían allí por error.

Después mirándolas, comencé a recordar.

Si, era yo el que las había tomado y Ethel me había ayudado. Pero ¿por qué no lo había recordado en un comienzo?

Hice la prueba con ella, y la misma reacción: no, ella no las había visto nunca y no sabía de que se trataban.

Le recordé que esa foto X la había tomado con sus propias manos y con las instrucciones que yo le iba dando. Algo recordó, pero dijo: “parece que si,......pero es como si lo hubiera soñado”.

Sueño o no, el caso es que las fotos están aquí.

Ya les he dicho que me es imposible trazar una línea continua de recuerdos desde que salí de Friendship, hasta que llegué a Puerto Montt, e incluso talvez hasta que llegué a Santiago.

Recuerdo que salimos muy apurados, dichosos, entusiasmados. No sé por que estaba hiperkinético, hablaba mucho y respiraba rápido.

Al poco rato salí a cubierta e inhalé hondo el frío aire de esas latitudes. Me encontraba feliz aunque no sabía por que.

Cuando forzaba al tórax a expandirse demasiado, sentía algo así como pequeñas agujas adentro. Me encontraba en tal estado de excitación, que incluso gozaba ese dolorcillo con un raro placer. Posteriormente lo olvidé.

Una vez en el hotel de Puerto Montt, volví a sentirlo al hacer fuerza para cargar la maleta, que entre paréntesis no sé para que la llevé, ya que en todo el tiempo que estuve allá no la abrí ni la tuve conmigo, y solo me fue devuelta al irme.

Ya en la habitación y cuando me disponía a ducharme, al agacharme volví a sentir los punzasos. Fui al espejo y me miré. Vi exactamente lo que están viendo Uds. ahora; unas marcas en la piel con forma de triángulos, cada uno compuesto por tres hexágonos.

Había uno sobre la tetilla izquierda y hacia el centro del pecho, que correspondía con otro similar y a la misma altura, pero en la espalda. El otro, bajo el brazo derecho, también correspondía con otro bajo el brazo izquierdo.

Traté de fotografiarlas a través del espejo y lo conseguí con las de adelante, pero fue imposible captar las de la espalda. Entonces fue cuando llamé a Ethel.

Las marcas con el tiempo fueron desapareciendo y al cabo de un mes ya no se veían. Sin embargo el lugar donde habían estado, se despellejó igual que una quemadura de sol.

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