Indicios de lo increíble

Vino el invierno de 1984 y todos lo sufrimos, especialmente yo, pero fui prontamente socorrido por la gente de Friendship con una humildad y generosidad pocas veces vista, lo que lógicamente comprometió mi gratitud, así que no fue raro que poco tiempo después, cuando ellos me solicitaran un favor yo estuviera dispuesto a hacer cualquier cosa por la congregación.

Lo que tenía que hacer era bastante fácil. Consistía en recibir en estaciones de ferrocarril, terminales de buses y lugares similares en la X Región, a familias y personas que se dirigían, “invitados” a Isla Friendship y llevarlos en mi vehículo hasta algún pequeño puerto cercano donde los recogería el Mytilus II. Lo hice varias veces y aún recuerdo los nombres de algunos de ellos, especialmente el de la familia Lucero. Este no era su apellido sino que el distintivo que tenían como radioaficionados. Ariel me explicó que se trataba de Octavio, su esposa Cristina y tres hijas, los que llegarían en una fecha determinada al terminal de buses de Puerto Montt. Pocos días antes del señalado para ir a buscarlos Ariel me avisó que no vendrían pues habían tenido inconvenientes de ultima hora.

A todo esto, yo ya había sido invitado varias veces a conocer Isla Friendship, lo que aún no había hecho simplemente por razones de tiempo. Hay que tener en cuenta que hacer una visita de este tipo, en esas latitudes, toma por lo menos dos semanas pues las distancias son muy grandes y el único medio de transporte eran los viajes del Mytilus II cuando pasara cerca de mis coordenadas.

Hubo un segundo aviso de que los Lucero viajarían, el que tampoco se cumplió. A todo esto, yo cada vez estaba mas impactado por lo que seguía viendo de la Congregación, me di cuenta que esto no era normal, pero no tenía ni siquiera con quien comentarlo. Vivía solo, mi vecino mas cercano estaba a 5 Km y solo veía a otro ser humano cada 4 o 5 días.

Recuerdo que fue en pleno invierno cuando se me avisó, por tercera vez, que los Lucero ahora si vendrían. En esa época del año es muy poco lo que se puede hacer en faenas madereras en Chiloe, así es que me encontré con tiempo suficiente como para acceder a la invitación que constantemente se me hacía de visitar la isla.

Preparé el vehículo, hice una gran maleta y dejé todo arreglado en el campo como para una ausencia de un mes. Desgraciadamente dos días antes de iniciar la búsqueda de los Lucero, Ariel me avisa que se habían arrepentido nuevamente. Si ellos no iban yo tampoco podía hacerlo ya que no podía hacer viajar al Mytilus II 500 Kms solo para llevarme a mi.

Así fue como me encontré en Chiloe en pleno mes de Agosto, con la maleta hecha y nada que hacer por un mes.

Mis hijos estaban chicos y vivían en Santiago con su madre y ya hacía muchos meses que no los veía, por lo que sabiamente decidí visitarlos.

Mi afición por la radio en todo ese tiempo había crecido, ya sabía mucho mas y había comprado nuevos equipos, uno de los cuales permanecía siempre prendido en mi vehículo. Durante mi estada en Santiago, por costumbre , el equipo permaneció encendido y así fue como un día en la frecuencia 27.215 Khz escuché que operaba una estación de nombre Lucero. Permanecí uno o dos días escuchando y así fue como me enteré de que el operador se llamaba Octavio, su esposa Cristina y sus hijas Paula, Andrea y Claudia. Las coincidencias eran demasiadas así es que decidí contactarlos.

Tomé el micrófono y luego de los saludos de rigor les expliqué quien era yo. A Octavio le cambió la voz e inmediatamente me dijo que nos juntáramos en la rotonda Quilín para que luego fuéramos a su casa.

Aquí se produjo inicialmente una conversación bastante cómica ya que yo estaba impaciente por saber quienes eran los Friendship y creía que Octavio sabía, pero a su vez la familia creía que yo era un enviado de la isla y no paraban de interrogarme.

Finalmente llegamos a la conclusión de que ninguno de nosotros sabía exactamente qué era Friendship. Octavio Ortiz me confesó que él había hecho grabaciones de audio de sus conversaciones radiales con Friendship y que si no se había ido a la isla era simplemente por arrepentimientos de última hora de alguno de los miembros de su familia, causado por el miedo a lo desconocido, ya que durante su relación con la congregación habían visto y les habían ocurrido cosas absolutamente fuera de lo normal. Tanto era así, que habían formado un grupo con otros contactados para intercambiar información, grupo al cual yo me uní.

A la primera reunión que fui asistieron alrededor de nueve personas, la mayoría de cuyos nombres recuerdo y lo que escuché escapaba a toda lógica; sanaciones, adivinación, predicción de sucesos y soluciones tecnológicas para todo tipo de problemas, soluciones que eran increíblemente sencillas pero que funcionaban.....

Yo tuve que volver a Chiloe, pero mantuve el contacto con el grupo, así fue como me enteré de los sucesos del 17 de Agosto de 1985.

Ese día Cristina conversaba con Ariel, quien se suponía estaba en la XI Región y en respuesta a las continuas invitaciones que estos le habían hecho le repitió la que siempre hacía, en el sentido de que cuando alguno de ellos viniera a Santiago pasara por su casa. La respuesta no se dejó esperar:

Es que ya estamos aquí 

Cristina se apresuró en darles las indicaciones de como llegar, pero ellos le dijeron:

No es necesario, anda a la ventana de la pieza de la Claudia y mira hacia arriba

Lo que vio la dejó con la boca abierta; sobre su casa y a pleno día había una gran esfera de color gris que emitía luces de diferentes colores. En ese momento llegó Octavio y comenzó a grabar.

El objeto se mantuvo sobre Santiago y fue visto por miles de personas, se sacaron muchas fotos e incluso fue filmado por los canales de televisión.

Mientras tanto, en la radio seguía la conversación, la que probablemente Uds. habrán escuchado ya que se puede encontrar en este website y que además fue difundida mundialmente.

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