¿Por qué nosotros?

Esa es una pregunta que todos los que alguna vez tuvimos algo que ver con Friendship nos la hicimos, nos la hacemos y nos la seguiremos haciendo.

La familia Ortiz alguna vez consultó y la respuesta fue:

Por razones genéticas

Sé de otros que también preguntaron y se les respondió:

Por que tienes las condiciones necesarias para “servir” junto a nosotros

Hubo otras respuestas similares, pero siempre, además, se recomendaba que revisáramos la Biblia en diferentes pasajes del Antiguo Testamento, especialmente en Génesis 6. en la versión de Jerusalén.

Ignoro la razón por la cual muchas personas fueron llamadas por Friendship, pero si logré saber para que me querían a mí.

Soy hijo único y mis padres se separaron cuando yo tenía 3 años. Me crié solo con mi madre, hasta que ella murió en 1950, mucho antes de que yo llegara a la adolescencia.

A pesar de que en ese tiempo no existía la televisión yo no me aburría. Me acostumbré a jugar solo.

Me entretenía con juguetes que yo mismo fabricaba, además del trompo y las bolitas. Con estas últimas era muy entretenido “la hachita y cuarta” y los “tres hoyitos”.

Para ser un buen jugador de bolitas se requiere calculo y buena motricidad fina, que era algo que yo no poseía. Sin embargo tenía como suplir esa carencia.

Lanzaba la bolita hacia el hoyito y si iba desviada, la dirigía mentalmente hasta que entrara. Incluso, si quedaba al borde, podía empujarla hacia adentro. También jugaba con soldaditos de plomo, con los que hacía desfiles y batallas y a los que obligaba mentalmente a darse media vuelta.

Jamás se me pasó por la mente que las otras personas no podían hacer lo mismo.

Mi madre hablaba francés y cuando lo hacía yo lo comprendía perfectamente.

Sabía lo que pensaban las personas que iban de visita a nuestra casa.

Predecía acontecimientos futuros para gran entretenimiento de las amigas de la familia.

Sin embargo no pude predecir que mi madre iba a ser victima del cáncer, el que la mataría en menos de cuatro meses.

Allí yo pasé a vivir con mi padre, que como Uds. comprenderán, era un señor al que yo apenas conocía. El tenía otros dos hijos de un matrimonio anterior y al fallecimiento de mi madre, se casó nuevamente. Ahora, su flamante esposa a su vez era viuda y aportó otros cinco hijos al matrimonio.

Como comprenderán mi mundo cambió radicalmente. Ya no era único, pertenecía a una comunidad. El problema era que la comunidad no estaba preparada para mi ni yo estaba preparado para la comunidad.

Las capacidades paranormales que yo traía solo me causaron problemas, odios y malentendidos. Si avisaba que en tres días mas se iba a quebrar el espejo del comedor y efectivamente se quebraba, era porque yo lo había roto. Si presentía que a una persona mayor me odiaba y yo le preguntaba por qué, me castigaban por impertinente.

Un día tuve la mala idea de decir en la mesa que un vecino se iba a morir pronto. Tres días después fue con mi familia a un paseo y se ahogó.

¡Yo no maté al vecino! Solo lo presentí.

Todas estas cosas comenzaron a producir en mi un rechazo inconsciente a todo lo que no fuera “normal”. Durante mi adolescencia me consideré un ser desdichado por haber nacido con esta carga, la que otros consideraban un don. El resto de mi adolescencia lo pasé en internados, donde siempre hice todo lo posible para que mi problema no se notara, aunque a veces no lo logré.

A medida que me alejaba de la pubertad y tal vez gracias a mis esfuerzos, las extrañas capacidades fueron disminuyendo, hasta prácticamente desaparecer.

En 1957, siendo yo santiaguino, entré a estudiar ingeniería a la Universidad de Concepción. Allí viví en la pensión de la señora Enriqueta Schumacher, augusta matrona cuyo hogar albergó a varias generaciones de profesionales hoy egresados de dicha universidad.

En casa de doña Enriqueta la mayoría de los pensionistas eran estudiantes de medicina, y de alguna forma algunos terminaron enterándose de mi gracia. Intentaron estudiarme porque siempre creyeron que lo que yo hacía eran trucos, pero de esa forma yo tuve acceso a textos de psiquiatría y sicología. También descubrí que si me ponía un delantal blanco podía asistir a las clases y visitar a los enfermos en la ronda diaria. El asunto empezó a gustarme.

En 1960 Concepción fue azotada por un fuerte terremoto, el que mandó abajo a mas de la mitad de la Universidad, Escuela de Ingeniería incluida. Yo tuve que volver a Santiago, donde conocí a una persona que me impresionó profundamente. Se trata de Enrique Inhen B., constructor civil y uno de los psíquicos mas increíbles que he conocido, a pasar de que nunca se ha dedicado a estas cosas y tampoco las ha tomado en serio.

Intercambiamos conocimientos y como ambos teníamos gran curiosidad por el tema comenzamos a experimentar. Los resultados no se hicieron esperar: eran increíbles. Podíamos desafiar muchas leyes naturales, aunque no sabíamos por qué.

En vista del éxito que conseguíamos, tuvimos la peregrina idea de que con nuestras capacidades podríamos aliviar trastornos mentales. Comenzamos a relacionarnos con insanos, curábamos supuestos males de ojo, enfermedades imaginarias, posesiones diabólicas y otras yerbas. Desgraciadamente y por que no cobrábamos, empezamos a hacernos famosos, hasta que: ...........¡Comenzamos a contagiarnos!

¡Si señores!, Aunque Uds. no me crean ¡La locura es contagiosa!, si no, vean a algunos ufólogos...

Para Enrique esto trajo muy serias consecuencias en su vida privada y para mi tal vez fue peor. Comencé a tener crisis de angustia, trastornos en el sueño y a experimentar extraños fenómenos inexplicables que no podía controlar.

En resumen, nuevamente y debido a lo paranormal mi vida era un caos. Demoré años en estabilizarme y cuando logré hacerlo, definitivamente no quise saber mas del asunto.

Trece años después y cuando todo parecía olvidado comenzó mi relación con Friendship. No se como, pero con una sutileza de otro mundo y a través de las conversaciones radiales me fueron llevando hacia esos temas.

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